Cuando estamos sumergidos en la creación artística, sentimos una gran satisfacción interior que invade nuestro cuerpo de plenitud y bienestar; de hecho, muchos artistas comparten esta idea, y existen estudios que vinculan el arte con el bienestar en la vida de las personas. En efecto, los sentimientos de plenitud y bienestar suelen estar asociados a la espiritualidad, esa actividad humana que busca encontrar una sensación de paz, propósito de vida y relación con el prójimo de una manera equilibrada. ¿Se podría decir entonces que el quehacer artístico se podría concebir como un oficio espiritual? Revisemos en primer lugar que vinculación existe entre la espiritualidad y el quehacer artístico, en segundo lugar, analicemos como la acción de crear es un rasgo espiritual presente el quehacer artístico; en tercer lugar, examinaremos la historia para demostrar como la influencia espiritual del hombre a través del quehacer artístico ha sido una herramienta para el ejercicio de poder y la consolidación de imaginarios colectivos.
La espiritualidad y el quehacer artístico poseen una vinculación directa.
La palabra espiritualidad proviene de la raíz latina “spiritus” que significa “aliento o respiro”. El concepto asociado al termino puede variar dependiendo de la ideología o escuela filosófica que lo defina. Si buscamos la definición desde el punto de vista religioso, el significado se relaciona al “espíritu,” esa esencia interior no material que posee cada ser humano. Si revisamos la definición desde una corriente racional,
Palacio (2015), afirma: la espiritualidad viene desde adentro, es una especie de fuerza interna que dinamiza las dimensiones del ser humano (p.459). Dicho de otro modo, la espiritualidad es la esencia misma del individuo, ese ser interior que transmuta, se inquieta, cimienta su universo a través de la imaginación, y posee la necesidad de plasmarlo, sonorizarlo, interpretarlo y sentirlo en sociedad. Sin embargo, ¿Qué tiene que ver la espiritualidad con el quehacer artístico? Para responder a esta pregunta, será necesario revisar otra definición que en encontramos en el texto “la experiencia de conexión existencial como concepto naturalista de espiritualidad.”
En este, Walach (como se citó Braun, 2017) define la espiritualidad secular como una forma o modo de conciencia, cuyas experiencias de conexión ocurren a través de la inspiración artística o científica. De acuerdo con esta afirmación, es apropiado afirmar, que el quehacer artístico es el medio que el ser humano usa para expresar su espiritualidad, ese ser que habita su interior, consiguiendo de esa forma, exteriorizar el mundo de sus ideas y su imaginación, a través de la creación, una acción atribuida, mitológicamente, a los dioses o un dios.
La acción de crear es un rasgo espiritual presente en el quehacer artístico. El libro de Génesis afirma que el hombre fue creado a la imagen y semejanza de Dios; esto quiere decir que los seres humanos somos una representación o copia del supremo creador, la biblia afirma que los individuos podemos reflejar las cualidades y virtudes de Dios en nuestra manera de actuar. Justamente, la acción de crear hace parte de esas características divinas que podemos imitar en nuestra vida. Para apoyar esta idea, Julia Cameron, en su libro, “El camino del artista” hace la siguiente declaración:
“El corazón de la creatividad es una experiencia de unión mística; el corazón de la unión mística es una experiencia de creatividad. Quienes hablan en términos espirituales suelen referirse a Dios como el Creador, pero pocas veces ven esta última palabra como sinónimo de artista.” En otras palabras, los artistas como creadores podemos acercarnos a ser como Dios, pues estaríamos emulando una de sus principales características.
Adicionalmente, en su libro “Piensa como un artista” Wil Gompertz hace la siguiente declaración:
“El mero acto de hacer y de crear procura una profunda satisfacción. Es gratificante y alimenta el optimismo. No hay nada que te haga sentir más vivo y verdaderamente conectado con el mundo físico que ver tus ideas cobrar vida. En mi opinión es la forma definitiva de afirmar nuestra humanidad”
En definitiva, la acción crear permite al ser humano conectar con su ser interior para expresar en el mundo físico sus ideas, otorgándole un poder superior de consolidar imaginarios colectivos para el ejercicio del poder, al igual que un “dios”.
La historia evidencia el papel del quehacer artístico en la consolidación de imaginarios colectivos para el ejercicio de poder.
Desde otro punto de vista, podemos leer en los registros históricos como el quehacer artístico ha sido una actividad innata en el desarrollo de la humanidad, para esto es conveniente citar dos ejemplos que sustentan esta idea: En primer lugar, está el uso que le dieron los egipcios a la creación artística para vender la idea de la divinidad de faraón y así conseguir el poder de subordinar de una gran multitud de esclavos al servicio de unos cuantos; en segundo lugar, están las obras artísticas del renacimiento, que sirvieron a la iglesia católica para obtener el poder de subyugar millones de adeptos en todo el mundo, y manipular las masas mediante el temor infundado de un dios castigador. Indiscutiblemente, en estos ejemplos citados se puede llegar a una conclusión importante: el uso del arte en la historia está estrechamente relacionado con la materialización de imaginarios colectivos para el ejercicio del poder sobre otros, naturaleza presente en los “dioses” o “dios.”
Como bien menciona en su libro, de animales a dioses, Yuval Noah Harari (Haifa, Israel, 1976), “los sapiens no solo son capaces de imaginarse cosas que nunca han visto, tocado ni oído, sino además de convencer a muchas otras personas de que sus fantasías (por muy descabelladas que sean) son verdad.
Para finalizar, hemos revisado como el arte y la espiritualidad tienen una estrecha relación entre sí, ya que, este cumple la función de puente para exteriorizar el ser interior que habita en cada ser humano, materializando su pensamiento universal de las cosas, mediante la acción de crear, cualidad presente en la divinidad, que nos permite sentir y vivir como seres espirituales en su máximo esplendor, otorgándonos, a su vez, el poder de mover mundos influyendo en las personas a través de la consolidación de imaginarios colectivos a través del quehacer artístico. Nosotros los artistas, sin duda alguna, desempeñamos un oficio espiritual que nos otorga bienestar y poder, una actividad que nos brinda la posibilidad de conectar el mundo de las ideas con el mundo material. Un quehacer, que nos posibilita recrear mundos como si fuéramos dioses. ¿Cómo usaremos ese don divino que tenemos a nuestro alcance de crear arte y poseer el poder de influir sobre las personas a través de él?